miércoles, 16 de enero de 2019

Divagaciones insomnes y desvelos febriles

Alguien me dijo hace tiempo que era un puente demasiado largo para cruzarlo solo.
Tenía razón, siempre lo supe, pero no alcanza uno a imaginar la magnitud de las cosas hasta que se las ha comido con papas. Así que aquí ando un buen puñado de años después y achacando a la gripe uno de esos ataques de sinceridad consigo mismo, la verdad parecía todo mucho mas coherente cuando  le daba uno vueltas debajo de las mantas. El folio en blanco tiene esa capacidad de hacernos verlo bastante mas absurdo.

Tampoco es nada  nuevo y me viene a la cabeza el discurso de Hesse que viene a ser una exposición digamos que un poco mas lúcida sobre todo ello, pero ya que estoy aquí y no tengo nada mejor que hacer trataré de exponer mi punto de vista.

En un principio no parecía que fuese a ser algo ni tan largo ni tan aburrido (cruzar ese puente, aunque  al paso que vamos, va a resultar perfectamente aplicable al texto) que algún día a no tardar demasiado llegarías a alguna parte o por  lo menos encontraría uno otros viandantes con quienes entretener el camino. En algún punto empieza  uno a darse cuenta de dos cosas fundamentales:

No hay nada al final del camino. Un día se acabará y nos precipitaremos en el vacío para desaparecer eternamente. En cierto modo es un consuelo o un alivio y siempre  puede uno saltar por la barandilla en cualquier momento, o como decidió por ejemplo el señor Harry Haler, marcarse un término.

 Y dos, lo que yo llamo los fantasmas, que viene a ser el resto de las sombras que transitan, prácticamente todas alucinadas con alguna meta, incapaces de ver otra cosa a su alrededor. Sinceramente eso hace bastante mas llevadero el trayecto, incluso se puede encontrar grupos que  caminan juntos durante un tiempo y hasta lo encuentran satisfactorio. No pudo decir que no  les tenga un puntín de envidia. A ver si va a ser que el fantasma soy yo, quemando etapas sin otro propósito, haciendo de cada dia un tránsito hacia ese ocaso zarathustriano.

Las marchas militares supongo que fueron una preparación muy adecuada, le acostumbran a uno a seguir adelante, jurando en hebreo todo lo que  sea necesario hasta que toca parar, y  volver a jurar del barro, la lluvia, las ampollas y cualquier otro inconveniente cuando toca reanudar marcha a no sabes donde ni sabes qué sin haber descansado mas que lo imprescindible.  Que esa es otra. De un tiempo a esta parte el señor Morfeo parece haberse hecho cada vez mas esquivo y ya muy rara vez me cuenta sus historias. Supongo que en algún momento le habré ofendido también a él, cosa que no me extraña. Tengo un don para esas cosas y me parece que acabo de hacer otra demostración de ello así que lo  dejaré aqui antes de que lo empeore.
No debería subirlo, pero no deja de resultarme entretenido ver que va a pasar.